La metáfora corpórea

En los años cuarenta del pasado siglo, el fotógrafo Bill Brandt (1904-1983), discípulo de Man Ray y residente en Londres, comienza a realizar una serie de fotografías de desnudos, empleando enormes profundidades de campo y perspectivas deformadas, típicas del uso de un objetivo de distancia focal corta. Brandt coloca a las modelos en espacios muy grandes, y retrata una parte de ellas en primer plano. Con eso consigue una atmósfera misteriosa, con ecos surrealistas.
El cuerpo humano se transforma en un objeto artístico, en una escultura que “habita” el espacio de manera distante, estática y ajena. Y al mismo tiempo se produce la humanización del espacio. Las formas cálidas, emotivas, siguen conservando una vida latente y sabemos que la rigidez es sólo fruto de la imagen instantánea y al segundo próximo todo cambiará. Algo parecido sucede en las formas orgánicas de algunas arquitecturas, capaces de contener en su interior material la dramática división entre lo natural y lo artificial.

La lección íntima de Roma


En la Capilla Sixtina del Vaticano, la sibila Líbica es sorprendida mientras abre un libro. La sacerdotisa mitológica predijo el día en que las verdades ocultas serían reveladas, mostrando a los hombres un preciso conocimiento del futuro. Su espera paciente es la espera de la ciudad. Roma es un lienzo pintado, un mármol esculpido y un plano trazado: se puede observar al mismo tiempo el resultado y el proceso, la inspiración y la crisis, la vida y la ruína. Desde la estación de Términi (que siempre me ha gustado asociar más a término que a su auténtico significado, pues es final de todos los caminos) he recorrido nuevamente sus calles intentando aprender sus lecciones. Al caer la noche en la cabecera de Santa María la Mayor o en el castillo de Sant Angelo, esas imágenes se unen en un cielo estrellado como las bóvedas de Santa María sopra Minerva. Sólo resta entonces alzar la mirada hacia arriba y susurrar eppur si muove como rebeldía ante la censura cegadora de la noche. La mañana traerá a la ciudad esa "luz tan bella que lo excusa todo", como decía Le Corbusier. El maestro ya prevenía: "La lección de Roma es para los sabios, para los que saben y pueden apreciar." Por eso, esta mañana, ya de vuelta, repaso las lecciones de Roma mientras pido a la sibila que no cierre las páginas del libro.
[A mis compañeros de viaje]