Intervalo

 Imagen: DeviantArt

El calendario académico y sus circunstancias han querido que el final de año traiga consigo prácticamente un remate de curso y, el año nuevo, el comienzo de varios proyectos docentes. Durante otros doce meses este espacio ha acompañado mi trayectoria vital y profesional abriendo ventanas hacia el exterior y convirtiéndose en un lugar dónde compartir sensaciones, reflexiones y resultados.

Cuando pienso en lo que ha significado todo este recorrido me doy cuenta de que ha servido muchas veces para profundizar y ordenar ideas que me rondaban por la cabeza, otras veces para continuar y desarrollar temas que surgían en una conversación o en una clase pero, sobre todo, para conocer a magníficas personas que, sin existir este lugar de intercambio, hubiera sido imposible descubrir.

Vosotros sois los que justificáis dedicar, cada cierto tiempo, una pausa a recordar, a escribir, a compartir... En una sociedad que persigue el reconocimiento de la divulgación a través de índices de calidad y méritos acreditados resulta difícil argumentar el «escribir por escribir». Bien, pues aquí seguimos otro año más. Y por eso he querido finalizar este año con quince entradas, una por cada seguidor presente –aunque sé que sois muchos más los ausentes–, y desearos a todos lo mejor para el año que empieza.

Termino con una anécdota recogida en el libro Bibliotecas llenas de fantasmas de Jacques Bonnet una de las mejores lecturas del año que termina–: En 1932, el escritor Fernando Pessoa se presentó a un concurso para ocupar el puesto de bibliotecario de un museo de Cascais. Acompañando a la documentación solicitada adjuntó una carta que finaliza de la siguiente manera: 

...Salvo aquello que de competencia e idoneidad está implícito en los diplomas indicados como motivo de preferencia en los distintos párrafos del reglamento, y que ha sido por lo tanto demostrado mediante los documentos presentados en respuesta a cada uno de estos párrafos, ni la competencia ni la idoneidad son susceptibles de ser justificadas mediante pruebas documentales: comprenden elementos como el aspecto físico o la educación que por definición son imposibles de demostrar con documentos.

Cascais, a 16 de septiembre de 1932, Fernando Nogueira Pessoa


Por supuesto, la sinceridad de Pessoa no convenció al jurado.
Feliz 2011.



Abbey Road

Imagen: Flickr


Hace unos días leía la noticia de que el paso de cebra londinense de Abbey Road, famoso por su aparición en la portada del disco homónimo de los Beatles, había sido declarado por el gobierno británico como «lugar de importancia cultural e histórica», convirtiéndose en el primer paso de cebra en formar parte del conjunto patrimonial del país.

En la noticia se indicaba también que el paso que se puede atravesar en la actualidad, emulando a los cuatro Beatles, no es el original, ya que se produjo una reordenación del tráfico en la zona, trasladando los cruces peatonales y causando que las fotos que se pueden tomar en la actualidad difieran bastante de lo que se podía observar en la portada del año 1969.

Más allá del atractivo popular, que día a día sigue llevando a seguidores de la banda a fotografiarse sobre el paso de Abbey Road, al igual que se peregrina a otros lugares «sagrados» como el club The Cavern, podría ponerse en cuestión qué es lo que estamos considerando como patrimonio; protegiendo y transmitiendo hacia el futuro, pues estamos asumiendo la falta de veracidad e incluyendo valores más intangibles que documentales en el elemento a tutelar.

Gran parte de nuestro patrimonio edificado, desde catedrales o pasos de cebra, ha sido gravemente modificado a lo largo de la historia mediante intervenciones de mantenimiento, subsistencia, restauración, traslado, reconstrucción o destrucción, como bien explica el profesor José Ramón Soraluce en sus libros sobre Historia de la Arquitectura Restaurada, desdibujando los límites de cuestiones tan relevantes para el patrimonio como es la autenticidad o la capacidad documental.

Incluso desde las cartas del restauro internacionales se defiende la reconstrucción total de los monumentos cuando son destruidos por un conflicto armado o por desastres naturales, si existen motivos sociales o culturales excepcionales que están relacionados con la identidad de la comunidad; y el patrimonio intangible va tomando cada vez un peso mayor junto a lo tangible. Muchas veces, patrimonio material e inmaterial van unidos y, en el pequeño paso de Abbey Road, tenemos un gran ejemplo.



Nostalgia




Hoy he estado hablando sobre libros con una alumna durante un buen rato. Mientras duró la conversación me pareció algo normal, casi cotidiano. Pero, al poco de terminar, me he dado cuenta que hacía mucho tiempo que no mantenía una charla sobre libros con alumnos. Ni cortas ni largas, las únicas menciones se reducían a recomendaciones puntuales sobre bibliografía, a algún texto canónico en clase o, como mucho, a alguna lectura personal que hubiesen realizado.

Por eso me sorprendió la originalidad del diálogo. En él hablamos de la cantidad de libros que existen y de las múltiples posibilidades para llegar a ellos, hablamos de bibliotecas y de librerías, hablamos de problemas de almacenamiento, de préstamo, de conservación... y hablamos de todo ello considerándolo un tema común, cuando en la realidad contemporánea no es tan habitual como se podría suponer.

Curiosamente hoy mantuve otra conversación acerca de las ediciones de algunos volúmenes clásicos y de la dificultad para llegar hasta ellos. Son libros que se han convertido en objetos con historia y memoria, cuyo recorrido que tiene que ver con sus autores pero también con lo que cada propietario -o lector- haya aportado al objeto: Libros que se dedican, que se heredan, que se donan, que se pierden...  

Le he pedido a mi alumna que su trabajo final trate sobre libros. Quizá por nostalgia. 



De París a Nueva York


De las dos capitales artísticas por excelencia del siglo veinte toma su título el último libro del profesor Marc Fumaroli (Marsella, 1932), publicado por Acantilado, un planfleto erudito y monumental  ̶̶ se aproxima al millar de páginas ̶̶  dónde el autor recoge sus viajes a través de las dos ciudades y los transforma en una fascinante historia del arte, principalmente a partir de sus imágenes.

En una entrevista reciente, Fumaroli comentaba su opinión acerca de la cultura contemporánea: «Cultura es una palabra magnífica porque es una metáfora que alude a la floración y multiplicación de las formas vivas, pero en la actualidad la cultura es todo: el fútbol y el Louvre, Samuel Beckett y Damián Hirst, la discoteca del sábado noche y el estreno de La Bohéme en la Scala de Milán».

Reaccionario, al igual que su autor «en el sentido exacto del término», el ensayo cuestiona el valor del arte y la cultura actual, así como su manera de codificarse y transmitirse: «Lo que es cierto para el acto de ver, reajustado de mes en mes, lo es también para el acto de escribir. Durante mucho tiempo fue primo hermano de la inscripción y del grabado en piedra, en cobre, en pergamino, en papel, todos soportes duraderos. Ahora se parece a la proyección de un polvo fino de azúcar siempre amenazado de fundirse en la superficie del agua blancuzca de una pantalla-piscina. Cada dos años de media hay que cambiar de ordenador, provisto cada vez de un software más potente. Cada aparato último modelo se la ingenia para someter al ingenioso que cometió la imprudencia de renunciar a la pluma y a la hoja en blanco para correr la suerte del esclavo fugitivo, atrapado por los perros de su amo y culpable de haber ignorado que la disciplina binaria de la plantación de algodón ha sido perfeccionada».

Usando como base y herramienta el pasado, desde la antigüedad clásica, Fumarioli ofrece posibles recorridos para la cultura del mañana, como negación o ampliación de algunos postulados supuestamente inflexibles de nuestro presente: «Después de todo, se asiste más cómodamente a una gran misa en San Pedro de Roma o en Notre-Dame de París en una pantalla gigante instalada en el exterior que en el interior de la nave. Y se vio mejor, y se volvió a ver, telescópicamente, en un gran plano en la pantalla, el cabezazo histórico de Zidane contra el pecho de Materazzi, mucho mejor de lo que lo hicieron los espectadores presentes en las tribunas [...]. Queda el hecho de que la copia, contrariamente a lo que pensaba Platón, no sólo puede mostrarse igual al original, sino incluso superior a él.»



Un paseo imaginario por Oak Park

Imagen: Frank Scherschel (Life)


Hoy he tenido la oportunidad de participar en la mesa redonda que se ha celebrado en la E.T.S. de Arquitectura de la Universidad de A Coruña con motivo de la exposición del centenario de la casa Robie. Recojo aquí parte de la intervención. 

La misma efeméride que hoy celebramos con la casa Robie la tendríamos que compartir con los siguientes edificios: La fábrica de turbinas de la A.E.G. de Behrens, la casa Milá de Gaudí, la terminación de la Escuela de Arte de Glasgow de Mackintosh o la casa Steiner de Loos, por citar algunos... No es una mala competencia. Sin embargo, la mayoría de libros, los libros por los que muchos conocemos a la casa Robie, nos sitúan a  la vivienda de Chicago aparentemente por encima del resto, algo que esta exposición parece refrendar.

Me gustaría plantearles cuatro reflexiones: dos de ellas previas a la realización de la exposición y otras dos posteriores a la misma. Las dos primeras proceden precisamente de esos libros que hablan sobre la casa Robie y que quisiera recordar:

Sigfried Giedion, en Espacio, tiempo y arquitectura, nos habla de cómo la casa fue rechazada en su origen por los habitantes de Chicago. Trataron de ridiculizarla comparándola con un barco de vapor –el gran referente de la modernidad–. Así, estaban dando a entender que la casa era un producto de su época, igual que el barco de vapor había surgido como expresión de su tiempo. Dice Giedion: «Lo que es decisivo en ella no una similitud superficial y mal entendida con un barco de vapor, sino su relación interna con los edificios de su tiempo».

También es decisivo en la casa –y pasaría ahora al segundo testimonio, del profesor Norberg-Schulz– su entendimiento en términos de contraste. Contrastes que se continuarán y desarrollarán en la modernidad posterior que, mientras mira a los barcos, se reconforta «al ver como el fuego arde en el interior de la sólida mampostería» (En palabras de Wright). El contraste, o más bien tendríamos que hablar de la síntesis de contrastes, se establece entre interior y exterior; entre oriente y occidente; entre las predominantes líneas horizontales –la pradera– y la rotunda chimenea vertical –el hogar–. En definitiva, entre la casa como máquina y la casa como refugio, o en los términos que estos días debatimos en clase de primer curso, entre la casa como cueva y la casa como menhir, dialéctica presente desde la cabaña primitiva hasta la vivienda actual.

Paso ahora a los dos testimonios que no proceden de los libros, y que son posteriores a la creación de la exposición. Me han llegado a través de dos personas, que siendo ajenas al mundo profesional de la arquitectura, han querido acercarse a él a través de esta casa.

Una me comentaba: «Viendo la exposición me parece que la casa sea algo vivo». Resulta curioso como determinadas obras trascienden su uso original, sus habitantes y muchas veces a su creador, generando su propia historia. La casa adquiere vida propia, nace, se transforma e incluso sobrevive estando a punto de desaparecer. De pocas arquitecturas podríamos contar tantas vicisitudes.

Otro testimonio añadía: «La explicación de la vivienda se ofrece de una manera sencilla, clara y amena. La casa se entiende». Ésa quizá sea la mejor lección de esta exposición y de la casa Robie. Que aún cien años después de terminarse siga siendo capaz de decir cosas, no sólo a los arquitectos, sino transmitiendo a todos lo que significa un auténtico espacio doméstico, una arquitectura viva y para vivir.


De la Sota

Jesús de la Sota. Bandeja (1973).


Estos días he estado en las XII Jornadas Internacionales de Patrimonio Industrial organizadas por INCUNA en la antigua Universidad Laboral de Gijón. En esta edición, el tema escogido fue "Diseño, Imagen y Creatividad en el Patrimonio Industrial" y junto a Silvia Blanco hemos hablado sobre la obra de Jesús de la Sota, uno de los pioneros del diseño de mobiliario moderno en nuestro país cuyo trabajo se extiende del diseño de objetos al diseño del ambiente; frase que hemos escogido para titular nuestra intervención. El profesor José Ramón Alonso, moderador de nuestra mesa, nos comentaba que la presentación intencionalmente parcial de la obra del menor de los hermanos De la Sota invitaba a conocer más, así que dejamos aquí un pequeño extracto del trabajo ofeciendo esa misma invitación.

Jesús de la Sota comenzó siendo pintor, y terminó sus días ligado a esta forma de expresión artística. [...] Realizó también fotografías: de paisajes y de personas, de la costa mediterránea y de arquitectura popular. Diseñó telas, estampados y  tapices; pintó murales y proyectó pabellones de exposiciones; colaboró con los arquitectos españoles más relevantes de la segunda mitad del siglo XX; residió en Venezuela entre 1957 y 1958, visitó numerosas ciudades europeas (Venecia, Bruselas, Londres o Berlín) y se retiró en 1974 a la Manga del Mar Menor (Murcia) tras su fallida aventura comercial de la tienda «Cores y Sota». Con todo, en su vida sólo realizó una exposición individual de su labor pictórica, en la galería Neblí de Madrid en 1962, y apenas una serie de exposiciones colectivas a las que aportó sus óleos constructivistas. Tampoco su labor gozó de una mayor fortuna crítica en el ámbito editorial: sólo aparecen escuetas referencias a su trabajo como las que salpicaron la Revista Nacional de Arquitectura. En definitiva, nada que tuviese un gran reconocimiento social. Ha habido que esperar hasta finales de la década de los noventa y principios de la actual para que su nombre haya vuelto a reaparecer en catálogos y exposiciones sobre la historia del diseño industrial español del siglo XX.

Bajo este panorama, hacer aflorar las huellas que ha desgastado el paso del tiempo y también la falta de información que acompaña a este autor, empeñado en la reserva y en la ocultación, no es una tarea fácil. Y es que De la Sota, el hombre sobrio, el nómada, el asceta, parece que quiso pasar desapercibido, no llamar la atención, en definitiva, difuminarse entre sus contemporáneos.


[Jesús de la Sota. Del diseño de objetos al diseño del ambiente por Silvia Blanco y Antonio S. Río se recoge en el libro Diseño, Imagen y Creatividad en el Patrimonio Industrial editado por INCUNA, de próxima aparición.]






Libros sobre libros



Entre mis lecturas de verano han coincidido varios libros sobre libros —Algunos han sido los culpables de no haber mantenido vivo ese otro libro que es el blog—. Con esa metamorfosis de la lectura que se presenta a diario en los medios de comunicación, es frecuente encontrarse tanto con manifiestos como con elegías.

En uno de esos libros sobre libros, Umberto Eco defendía que con el desarrollo de internet se había retornado a la era alfabética. "Si alguna vez pensamos que habíamos entrado en la civilización de las imágenes, el ordenador nos ha vuelto a introducir en la galaxia Gutemberg y todos se ven de nuevo obligados a leer"... y la web colaborativa ha conseguido hacer accesible y democrática la lectura y escritura en internet. 

De todas las lecturas me gustaría reseñar un ensayo de Pierre Bayard que tiene ya algunos años y he recuperado en los últimos meses: Como hablar de los libros que no se han leído. Reconozco que me atrajo inicialmente ese título tan provocador. El reto de Bayard no deja de ser ingenioso: comenzando por la cita de Oscar Wilde: "Jamás leo los libros que debo criticar, para no sufrir su influencia" nos plantea un viaje no por la lectura sino, aparentemente, por la defensa entusiasta de la no-lectura.

Aunque parte de una evidencia que ya hemos comentado alguna vez: Quién sea lector, por muy asiduo que sea, será no-lector en un grado mayor, pues sólo accederá a una porción ínfima de los libros existentes, el profesor francés juega con nosotros durante todo el libro, nos acaba conviertiendo en lectores y, a través de una secuencia de anécdotas  la mayoría de ellas literarias nos recuerda que toda lectura, por parcial o imperfecta que sea, contentiene una dimensión creativa que aporta, no el libro, sino el propio lector.




José Antonio

Unidad Vecinal en el Barrio de las Flores, A Coruña


Ha muerto José Antonio Corrales. Nos deja un maestro de la arquitectura española del siglo pasado. Hace apenas un mes me reunía con él en su estudio de la calle Bretón de los Herreros de Madrid, un pequeño estudio del que salieron grandes proyectos como el pabellón de España en la Exposición Universal de Bruselas de 1958, la Residencia Infantil en Miraflores de la Sierra o la casa Huarte en Madrid.

Titulado por la Escuela Superior de Arquitectura de Madrid en 1948, ese mismo año recibiría el Premio Nacional de Arquitectura, galardón que volvería a recibir en el 2001 por el conjunto de toda su obra. Su relación con Galicia, como él reconocía, estuvo marcada por su intensa colaboración con el arquitecto coruñés Ramón Vázquez Molezún, junto a quien realizaría los proyectos más importantes y reconocidos, varios de ellos en tierras gallegas, como la Unidad Vecinal en el Barrio de las Flores de Coruña.

Nos queda ahora su legado construido, con algunas de sus obras en un lamentable estado de conservación a pesar de estar consideradas en la actualidad como pilares fundamentales dentro de la historia de la arquitectura moderna española. Una arquitectura que hoy se reconoce con nostalgia: "una arquitectura confiada, optimista", en palabras de Rafael Moneo, "Confesarnos tal nostalgia es también reconocer su grandeza."

José Antonio seguía trabajando, incansable, aguardando que algún cliente llamara al estudio para encargar un nuevo proyecto. Sin embargo, en los últimos años tan sólo acudían investigadores para estudiar su obra, a los que el maestro atendía con la paciencia y amabilidad que le caracterizaba, ofreciendo el acceso a su archivo profesional, cuidadosamente organizado por él mismo.

Nos acordaremos ahora de José Antonio como le describía Alejandro de la Sota: "sentado en el tablero y resolviendo brillantemente de un extremo a otro del papel todo el proyecto. Me parecía inverosímil su velocidad y perfección. Desde entonces no ha parado. Cuando decae mi ánimo pienso en José Antonio, alegre trabajador sobre su tablero."


Actualizado 02.08.2010: El periódico La Voz de Galicia publicó ayer la entrevista que realicé a José Antonio Corrales a principios de julio. Enlaces a la entrevista en la web de La Voz: Parte 1. Parte 2.



Un siglo aprendiendo de la casa Robie

Imagen: Frank Scherschel (Life)


"Los habitantes de Chicago, a quienes no les gustaba la casa Robie, que se sentían ofendidos por la novedad de su aspecto y sus largas y extendidas líneas horizontales, trataron de ridiculizarla comparándola con un barco de vapor, lo mismo que iban a decir más adelante los críticos de Le Corbusier sobre sus edificios. Sin saberlo, estaban dando a entender que la casa estaba construida en el espíritu de la época de la que procedía."
Sigfried Giedion: Espacio, tiempo y arquitectura.



Desde que construye su residencia-estudio en el barrio de Oak Park (Illinois) y durante veinte años, de 1889 a 1909, Frank Lloyd Wright desarrolló una arquitectura que transformaría totalmente la manera de entender la vivienda unifamiliar suburbana. Él denominó a las propuestas domésticas de ese período las “casas de la pradera” y, entre ellas, la casa para Frederick C. Robie, terminada en 1910, sería su exponente más representativo, el diálogo perfecto entre la arquitectura y la pradera.

El paradigma de las prairie houses se puede entender en términos de diálogo: Diálogo que se establece entre las diferentes estancias, al romper su tradicional hermetismo; contrapunto entre interior y exterior; entre oriente y occidente; entre las predominantes líneas horizontales –la pradera– y la rotunda chimenea vertical –el hogar– que ancla la casa y sus habitantes al lugar… pero, sobre todo, entre la casa como máquina y la casa como refugio, la eterna dialéctica de la vivienda moderna.

Una casa que proteja y libere al mismo tiempo es la concepción doméstica de Wright. Christian Norberg-Schulz explica que el gran valor de la obra consiste en haber dado una interpretación “moderna” a los significados fundamentales del espacio existencial. De ese modo Wright redescubre conceptos arquetípicos y pone en relación el Viejo y el Nuevo Mundo, sentando las bases para la arquitectura posterior.
 
El Departamento de Composición de la Universidad de A Coruña ha querido sumarse a la celebración del centenario de la construcción de la vivienda invitando a profesores e investigadores a dar una visión personal sobre ella, centrada en aspectos de su arquitectura que considerasen relevantes. Estos doce testimonios, ahora presentados en forma de exposición, se convierten en doce lecciones que demuestran cómo, un siglo después de su construcción, todavía podemos aprender de la casa Robie. 

[Texto introductorio para el catálogo de la exposición Centenario de la casa Robie de Frank Lloyd Wright 1910-2010, realizado con Alicia Abal Rodríguez. La muestra se inaugura el 15 de julio en la delegación de Coruña del Colegio Oficial de Arquitectos de Galicia.]



Madrid revisitado


En el año en que se publicaba El Viajero Subterráneo, el Metro de Madrid estrenaba señalización por colores.

Acabo de regresar de una de mis ciudades favoritas: Aunque sea a pesar del caluroso clima estival y de la huelga de Metro que tuvo lugar estos días, Madrid me sigue fascinando tanto como la primera vez que la recorrí siendo niño. La ciudad y sus circunstancias: Los grandes carteles conmemorando el centenario de su arteria más popular junto a las entradas de acceso al subterráneo bloqueadas.

Durante el viaje tuve de acompañante un libro del antropólogo Marc Augé titulado El metro revisitado. En el año 1982, Augé publicó El viajero subterráneo. Un etnólogo en el metro. Ahora, casi treinta años después, observa de nuevo el mismo medio de transporte, en su caso de la ciudad de París, que sigue usando todos los días para los desplazamientos más habituales.

En el texto aclara que no se trata de un retorno propiamente dicho, "sino más bien de una parada, de una pausa, de una mirada retrospectiva para intentar hacer un balance, como hacemos todos de vez en cuando, para asombrarnos, en términos por fuerza demasiado convencionales, de la velocidad con que ha pasado el tiempo, o para interrogarnos sobre lo que ha podido ocurrir".

"Porque lo asombroso, -continua Augé- con el cambio, no es que haya tenido lugar, sino que nosotros no nos hayamos dado cuenta: éste se ha impuesto tan naturalmente que hoy tenemos una necesidad de las huellas del pasado, evidencias del ayer convertidas en más o menos obsoletas, para admitir su realidad y tomarles su medida."

La ausencia forzada de los trayectos de Metro en mi último viaje, acompañado de las reflexiones de Augé me ha llevado a pensar en todo aquello que se suma al simple tránsito y que es, en definitiva, la esencia de la ciudad: sus sonidos, sus cartografías superpuestas, su capacidad para convertirse en múltiples escenarios... todo eso son los detalles, las circunstancias, que hacen recordar una ciudad.



Final alternativo

Imagen: Olivier Martin-Gambier © FLC/ADAGP Fundación Le Corbusier

«A menudo acostumbro a iniciarme en tareas que no sé bien hacia dónde me llevan». Con estas palabras se inicia el libro que me ha acompañado durante los últimos días de este curso académico, titulado Intersecciones en la creación arquitectonica. Reflexiones acerca del proyecto de arquitectura y su docencia.

Conocí a su autora el pasado septiembre en unas jornadas dónde ambos, sin preveerlo, hablamos sobre la aproximación al paisaje industrial desde el cine en las miradas de Win Wenders, Andrei Tarkovski o Robert Smithson. Referencias que también reaparecen en el libro, junto a muchas otras presencias o intersecciones. Como ella  misma reconoce;
«dejándose llevar por sueños, deseos, intuiciones más que por certezas, ha sido posible dar forma y origen a este libro».

En las conclusiones, habla de la importancia de crear situaciones de aprendizaje y recuerda las palabras de Teodoro de Anasagasti, cuando dice que
«no es el mejor profesor el que más aclara los conceptos, el que más verdades inconclusas dice. El que por mejor debe ser tenido es el que enseña a observar, a inquirir; el que incita a la rebusca; el que alecciona a valerse de uno mismo; el que desenvuelve la personalidad; el que siembra el interés, el ansia de perfeccionamiento, la inquietud...»
 
Así, la autora defiende una docencia
«que permita al alumno trazar, con su propia experiencia, un camino personal de aprendizaje que le lleve a tomar conciencia del papel principal que juega en su propia formación y a reconocer que parte del aprendizaje que recibe depende de sí mismo». Creo que es una magnífica lección para un final de curso. Sólo me queda felicitarla por su trabajo y desearle que, al igual que se anhela al terminar un  año académico, la publicación de la tesis no se convierta en un final, sino en un principio de muchos otros recorridos.

Viajes y viajeros


El barco Constitution trasladó al arquitecto Mariano Marín desde Tenerife a Estados Unidos.

"No sé viaja por viajar, sino por haber viajado". Con esta cita del escritor francés Jean-Baptiste Alphonse Karr inicia la arquitecta e investigadora María Villanueva Fernández su comunicación presentada en el VII Congreso Internacional sobre Historia de la Arquitectura Moderna Española, celebrado esta semana en la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Navarra y que, en esta edición, se centraba en analizar los viajes los arquitectos, bien desde España hacia el extranjero o bien desde otros países hacia el nuestro.

Junto a José Ramón Alonso Pereira he participado en el congreso con una comunicación titulada "Entre Roma y Massachussetts: Experiencias paralelas de sendos arquitectos de Galicia y de Asturias durante los años cincuenta", que relata los viajes iniciáticos de los arquitectos Andrés Fernández-Albalat Lois y Mariano Marín Rodríguez-Rivas quienes, prácticamente en las mismas fechas y una vez finalizados sus estudios de arquitectura, deciden continuar su formación, uno en la Academia de España en Roma y otro en el Masachussetts Institute of Technology de Boston. Esta dualidad selectiva marcará sin duda la densa, rica y dilatada trayectoria profesional de ambos.

Durante esta semana tuve la oportunidad de reflexionar junto a otros investigadores -continuando la magnífica relación iniciada en el congreso de Ourense- sobre el significado y la trascendencia que han tenido los viajes para muchos arquitectos. Mientras el profesor Mark Wigley explicaba que "Todo viaje es una búsqueda" he recordado que el viaje es también un tema reiterativo a lo largo de este blog: Apuntes de viaje, Lacis, Navegantes o, sobre todo La lección íntima de Roma, son ejemplos de ello.

En una entrevista reciente, Andrés Albalat me comentaba que "los que profesamos el antiguo y hermoso oficio de arquitectos tenemos la suerte de de disfrutar y aprovechar cuanto de bueno oigamos o veamos; que, incluso podamos aplicar, de modo consciente o subconsciente a nuestras mejores y peores arquitecturas". Las investigaciones expuestas en el congreso lo han demostrado, e incluso se han podido traducir esos pequeños viajes en el gran viaje en que se convierte la propia vida pues, como señala García Márquez en un artículo sobre Hemingway "Todo lo que describió, todo instante que fue suyo, le sigue perteneciendo para siempre." 



Selección


Fotografía: Gjon Mili (Life)

En septiembre de 1939, la cátedra de Poética Charles Elliot Norton de la Universidad de Harvard fue ocupada por un ilustre profesor: el compositor ruso Ígor Stravisnki. A lo largo de un curso explicó sus reflexiones acerca de la estética, la creación o la composición artística, siendo recopiladas y publicadas en el año 1942 con el título de Poética Musical.

En una de sus lecciones, que trata sobre la tipología musical, Stravinski explica que todo arte supone un arduo trabajo de selección. Cuando el creador se enfrenta a la obra se encuentra un objetivo impreciso, muchas veces indefinido: "Si en ese momento de mi operación me preguntasen qué es lo que quiero, tendría una gran dificultad en responder; pero sé bien que contestaría con precisión si se me preguntara qué es lo que no quiero."

El compositor describe uno de los principios fundamentales que rigen su manera de entender la creación artística: Para él, "proceder por eliminación, saber descartar como en el juego, es la gran técnica de la selección."



La caja



  Fotografía de Luis Santalla (Página Web)


No suelo hacer comentarios sobre obras concretas aunque, por una vez y por una petición personal, haré una excepción y dedicaré unas líneas al edificio anteriormente conocido como Centro de las Artes situado en Coruña, de los arquitectos Victoria Acebo y Ángel Alonso.

Conozco el proyecto desde que se alzó como vencedor del concurso convocado para  resolver un edificio que fuera al mismo tiempo museo de la diputación provincial y conservatorio de danza. Dos entidades completamente diferentes en todos sus aspectos que, a través de una singular estrategia lograrían trabajar conjuntamente. Sus autores lo describen del siguiente modo: "Requerían un conservatorio, muy definido por la normativa y el programa, y un museo con un programa mas abierto; así que trabajamos primero sobre el programa mas determinado, abriéndolo y esponjándolo para que se entremezclase con el otro programa; y daba un poco igual cual era la forma que surgiese, lo importante era formar. Formar como la diferencia entre trabajar con lo sólido, lo concreto, lo cerrado y limitado frente a trabajar con lo abierto, difuso e imprevisible que era el museo. El conservatorio sería una forma de hormigón, y lo demás, el espacio alrededor, encima, debajo, a un lado, sería el museo, limitado por un volumen virtual de vidrio."

Hace unos años visité el edificio terminado y vacío con mis alumnos. Me sorprendí y disfruté junto a ellos al cruzar la piel de vidrio y encontrarme con el interior. Bruno Zevi explica que, a partir de un momento de la historia, se concibe el espacio arquitectónico no como término de armoniosa contemplación, sino como lugar de acción y de experiencia. Desde entonces, la autenticidad de un edificio no la puede decidir un criterio de valoración volumétrica, plástica o decorativa, sino solamente la fuerza y coherencia con la que se expresan los espacios, algo que nuestra arquitectura contemporánea parece querer ignorar, salvo contadas sorpresas como éstas.

Por aquel entonces se había decidido destinarlo a un nuevo uso: En su totalidad se dedicaría a Museo Nacional de Ciencia y Tecnología. Por una parte se habrá perdido la posibilidad de ver en funcionamiento su doble condición inicial, pero la adaptación al nuevo programa se le ha encargado a los mismos arquitectos (algo poco habitual y muy encomiable), por lo que, cuando se finalicen las obras, iré a verlo nuevamente con ojos de alumno. 


Un recuerdo final... hace algún tiempo me encontré con una pequeña instalación temporal de María Barreiro Rodríguez-Moldes en el CGAC que tenía por título Un museo para todos. Emulando uno de los primeros diálogos de El Principito, reflexionaba sobre la forma del museo moderno comenzando con la frase: "Por favor..., píntame un museo..." Después de varios intentos, rechazados por ser como un castillo, demasiado antiguo o muy deteriorado, el interlocutor pierde la paciencia y dibuja una caja: "Esta es la caja, el museo que quieres está dentro", obteniendo la ilusionada respuesta: "Así era lo que quería... ¿Piensas que visitará mucha gente este museo?".



Elogio a Helena

(Imagen: Flickr)
   
En las Conversaciones con Alvar Aalto (Gustavo Gili, 2010) se recoge el texto del año 1958 "En lugar de un artículo", publicado originalmente en la revista Arkkitehti. En una breve introducción Aalto explica que no puede redactar un artículo y que, por lo tanto, aparece un diálogo. Un diálogo "auténtico sólo en parte, pero bien es verdad que también los diálogos clásicos eran así.".

La conversación se produce entre Sigfried Giedion y el arquitecto finlandés. El segundo expresa su desagrado con describir su trabajo mediante palabras y recuerda el diálogo de Platón en el que Sócrates y Gorgias conversan apasionadamente sobre la utilización de los discursos en el arte. En él, Sócrates afirma: "Entre las artes hay unas que consisten, a mi parecer, principalmente en la acción y necesitan pocos discursos; algunas, ninguno; como que pueden ejercerse en el silencio."

Gorgias de Leontini fue un filósofo griego del siglo V antes de Cristo que dedicó su vida a perfeccionar y enseñar la retórica. Mientras en Atenas florecía la democracia, Gorgias hacía la siguiente recomendación para ganar los pleitos: Lo conveniente era hacer los discursos sin tocar la verdad. Se cuenta que acudía a los lugares públicos, dónde defendía encarnizadamente una tesis cualquiera y, una vez convencidos sus interlocutores, empezaba a defender la tesis contraria hasta nuevamente derrotarlos. 

En su obra Elogio -o Encomio- a Helena, Gorgias se propone el reto de ensalzar la imagen de la mujer más criticada de Grecia: Helena de Troya, censurada desde su traición. El fin del elogio es que todos terminen alabando al personaje objeto del discurso, y para ello se han de utilizar argumentos con habilidad, independientemente de su veracidad. En el Elogio, Gorgias escribe: "La palabra es un poderoso soberano, que con un pequeñísimo y muy invisible cuerpo realiza empresas absolutamente divinas." Por eso Aalto prefería no utilizar palabras y dejar que hablasen sus edificios.