Tiempos próximos




Como viene siendo habitual por estas fechas, la Fundación Caja de Arquitectos ha publicado su calendario para el próximo año, en esta ocasión dedicado al arquitecto Francisco de Asís Cabrero (1912-2005), al cumplirse el centenario de su nacimiento.

La efeméride me ha recordado cuando, hace precisamente diez años, en diciembre de 2001, tuve la oportunidad de visitar, junto a dos excelentes compañeros de carrera y de viajes, y gracias a la amabilidad de Santiago Cabrero —hijo del arquitecto—, las viviendas que había proyectado para su familia en la urbanización madrileña de Puerta de Hierro.

Recorrer las casas y el estudio del arquitecto —ya muy mayor entonces— en aquel frío y soleado invierno nos enseñó mucho más sobre arquitectura que las clases y los libros vistos hasta el momento. Nos enseñó a ver, a viajar, a abrir los ojos como había dicho Le Corbusier.

Cabrero dedicó los últimos años de su vida a un gran proyecto, un proyecto que nunca se edificaría: sus Cuatro Libros de Arquitectura. Al modo de los tratados clásicos, recopiló todo aquello que le había interesado a lo largo de su carrera, empleando el viaje como método de conocimiento: «Viajo para comprender», decía.

Hoy, una década después de mi primer viaje de estudios, y después de otros muchos realizados para conocer las historias que dan sentido a esas casas y a otras obras del mismo período, sólo queda desear que toda meta, todo final, se convierta siempre en el principio de un nuevo viaje.

Por ello, feliz final de 2011 y mejor comienzo de 2012.


Bibliotecas de autor


RACHEL WHITEREAD, Untitled (Black Books), 1997


Una biblioteca no es un sólo un corte en los campos del conocimiento, sino que también registra el tiempo y la evolución de las ideas de la disciplina. 

 STAN ALLEN. Unpacking my library: Architects and their books, Yale University Press, 2009


He terminado de leer Las bibliotecas perdidas, de Jesús Marchamalo (Blog), un libro que recoge los artículos publicados en el suplemento cultural del diario Abc a lo largo de siete años, centrados en la literatura y en el oficio de escritor, en sus inquietudes, manías, espacios de trabajo... El título está tomado del primero de los reportajes, dedicado a las bibliotecas de escritores desaparecidas: arrasadas por la guerra, saqueadas o confiscadas. A las bibliotecas dedica también su última obra Donde se guardan los libros (Siruela, 2011), recopilación del recorrido realizado por las estanterías de algunos autores contemporáneos y publicado también como serie en el suplemento de Abc.

En la introducción recoge una cita de Marguerite Yourcenar, quien afirmaba que una de las mejores maneras de conocer a alguien es ver sus libros. Una biblioteca desvela secretos íntimos de su propietario, como explica Marchamalo «no sólo de sus libros, sino de cómo están o no ordenados, la manera en que se han ido acumulando o perdiendo, y de las historias, buena parte de ellas fabulosas, que rodean a muchos de ellos».

En ese sentido, también resulta esclarecedor el libro Unpacking my library: Architects and their books (Yale University Press, 2009), que realiza una visita a las bibliotecas de diez estudios de arquitectura contemporáneos, mostrando fragmentos de sus estanterías y de sus ejemplares favoritos. Jo Steffens, editora del libro, explica que la idea surgió a partir de una charla de Beatriz Colomina en la Cooper Union, dónde relataba la experiencia de empaquetar y desempaquetar la biblioteca viajera que había escogido trasladar para su primera estancia en Nueva York.

El arquitecto Francisco J. Sáenz de Oiza desempaquetó parte de su biblioteca para la oposición a Cátedra que realizó en 1968. Esa lista bibliográfica sería después incluida por Juan Daniel Fullaondo en La bicicleta proximativa. Conversaciones en torno a Sáenz de Oiza, y por Ricardo Sánchez Lampreave en el número 13 de la revista Transfer

Desempaquetando mi biblioteca (1931) es también el título de un ensayo de Walter Benjamin, dónde describe las estanterías para los libros como ese espacio mágico dónde conviven el orden y el desorden: «¿Qué otra cosa son estas posesiones que un desorden en el que la costumbre se instaló de tal forma que puede revestir la apariencia de un orden?».

Benjamin también destaca la visión del verdadero coleccionista, que establece la relación más profunda que puede entablarse con sus objetos: «no es que los objetos despierten a la vida en él, por el contrario, es él mismo quien los habita». La imagen del coleccionista me recordó la definición de Borges sobre el libro, que puede encontrarse en Borges oral y cuyo conocimiento debo a Joaquín Rodríguez:

Yo sigo jugando a no ser ciego, yo sigo comprando libros, yo sigo llenando mi casa de libros. El otro día me regalaron una edición del año 1966 de la Enciclopedia Brokhaus. Yo sentí la presencia de ese libro en mi casa, la sentí como una suerte de felicidad. Ahí estaban los veintitantos volúmenes con una letra gótica que no puedo leer, con los mapas y grabados que no puedo ver; y, sin embargo, el libro estaba ahí. Yo sentía como una gravitación amistosa del libro. Pienso que el libro es una de las posibilidades de felicidad que tenemos los hombres. Se habla de la desaparición del libro; yo creo que es imposible. Se dirá qué diferencia puede haber entre un libro y un periódico o un disco. La diferencia es que un periódico se lee par el olvido, un disco se oye asimismo para el olvido, es algo mecánico y, por tanto, frívolo. Un libro se lee para la memoria.

 JORGE LUIS BORGES, «El libro», Borges oral, Bruguera, 1983 


Mi pieza favorita


Ayer, La Voz de Galicia, en su sección sobre diseño Mi pieza favorita, publicó el artículo «El reloj de pulsera de Max Bill», dónde cuento la historia resumida que me une a esa pequeña obra de arte:

Hace varios años que mi pieza favorita me acompaña a todas partes: Se trata de uno de los relojes de pulsera diseñados en 1961 por el arquitecto, pintor y escultor Max Bill (1908-1994) para la empresa alemana Junghans.

La colaboración entre Junghans y Bill —discípulo de la Bauhaus— empezó en los años cincuenta con el proyecto de un reloj de pared que desarrolló en colaboración con sus alumnos de la Escuela Superior de Diseño de Ulm (Alemania). La claridad y sencillez del resultado, dónde la tipografía se cuidó de un modo exhaustivo, le llevaría enseguida a plantear una versión de pulsera.

Desde la primera vez que lo tuve en mis manos —algo que debo agradecer a los hermanos Seijido Bello, expertos coleccionistas— me fascinó su elegancia y funcionalidad. Todos los valores de la buena arquitectura se concentran en esta ligera pieza de apenas 40 milímetros de diámetro, que aúna la precisión cronométrica y la constructiva. Junghans ofrece diferentes modelos con esfera blanca y negra. Opté por la de color negro, con mecanismo automático y una sobria correa de cuero que completa el diseño.

La versión de pared se expone en el Museo de Arte Moderno de Nueva York. Su autor afirmaba: «El diseño funcional considera el aspecto visual, es decir, la belleza de un objeto como un componente más de su función, pero sin superar nunca su función principal». Pocas veces una obra de arte resulta tan útil.

[Publicado en La Voz de Galicia, 20 de noviembre de 2011]

Peregrinos




«Todos somos peregrinos»: esta frase, profusamente citada en la historia de los viajes, refleja con total acierto las circunstancias. El turismo vive de la creación  de una topografía sagrada» (Eric J. Leed), es decir, de señalar ciertos lugares que son dignos de verse en razón de algún acontecimiento extraordinario. El lugar turístico es el lugar «auténtico», cuyo significado en la tradición es definido y reproducido en forma de imágenes, relatos y souvenirs, y transmitido de nuevo en cada ocasión.  

Dieter Richter. El Sur. Historia de un punto cardinal

Este fin de semana regreso a Valencia para participar en el IX Congreso Internacional de Asociaciones Jacobeas, que, en esta edición, lleva por título «El Mediterráneo en el origen», queriendo poner de manifiesto el germen de nuestra cultura europea, más allá de los itinerarios de peregrinaje que nacen en la Edad Media.

Hablaré de la relación entre la recuperación de la modernidad en la arquitectura gallega y un momento clave: El Año Santo de 1954, que coincide con el fin del aislamiento internacional en España tras la firma de los acuerdos con Estados Unidos y el Vaticano. En torno a la vía de peregrinación jacobea en general y a la ciudad de Santiago en particular irán surgiendo un conjunto de proyectos y eventos que rompen radicalmente con los planteamientos autárquicos, iniciándose un proceso de renovación que se desarrollará y completará en las décadas siguientes.

Resulta curioso revisar los diversos «peregrinajes» que se superponen en ese período: Al itinerario histórico se vinculan diversos proyectos modernos; sus autores viajan más allá de nuestras fronteras buscando nuevas ideas y formas (y ahí renacerá la peregrinación clásica a Roma y a sus Academias), y en conjunto, entre todos, se va trazando el camino de regreso a la modernidad.

Gerardo Salvador Molezún

Gerardo Salvador Molezún y José Ramón Menéndez de Luarca: Fundación del Canal de Isabel II, Madrid

Cuando me preguntan acerca de lo más valioso que he encontrado a lo largo de estos años de estudios sobre la segunda modernidad, siempre respondo: «las personas». Gracias a mi investigación he tenido la oportunidad de conversar con notables arquitectos, historiadores, delineantes, archiveros... que me han aportado su visión directa sobre todo el proceso. Muchas veces es la propia familia del autor quién ofrece su testimonio complementario, enriqueciendo todavía más los hallazgos.

Conocí a Gerardo Salvador Molezún hace poco más de un año. Antes me habían hablado mucho sobre él: Pilar Rivas en el Servicio Histórico del COAM; compañeros y amigos suyos como Rafael Baltar o Estrella Medina. Pero no fue hasta el verano del 2010 cuando nos reunimos en Oleiros para conversar sobre la obra de su tío, Ramón Vázquez Molezún y sobre sus trabajos conjuntos.

Recuerdo en detalle aquella tarde: El encuentro en Bastiagueiro, el paseo hasta Santa Cruz de Mera, la precisión y el cariño con el que recordaba sus proyectos mientras el sol caía sobre el puerto coruñés. Terminamos hablando de su familia, de lo mucho que había aprendido de su tío y de cómo su hija había continuado con la tradición familiar de dedicarse a la arquitectura.

Hace unos días, Madal —hija del pintor que compartió con él aquel pensionado doblemente gallego en la Academia de España en Roma— me informó de su fallecimiento. Coincidió con la lectura de un artículo sobre la redacción de necrológicas, dónde el autor defendía que «por su propia esencia, deben escribirse en caliente, lo que se hace despues son estudios, ensayos, homenajes, algo en todo caso diferente y que corresponde a otros géneros».

Decidí enseguida transformar su recuerdo en palabras, dejando constancia de su valiosa aportación en mi investigación. Una aportación que se suma a la de otros muchos nombres, a los cuales me gustaría homenajear con la conclusión del trabajo. Después de todo, las obras pueden sobrevivir, transformarse o desaparecer, pero las personas son irremplazables. 

La ciudad invisible

Esta semana —coincidente con la celebración de la Semana de la Arquitectura en Coruña— he tenido la oportunidad de participar en el II Ciclo de conferencias sobre restauración del patrimonio arquitectónico organizado por el Departamento de Composición de la Universidade da Coruña. 

Esta segunda edición tenía como tema «La ciudad histórica», y homenajeaba al profesor Fernando Chueca Goitia al cumplirse cien años de su nacimiento. Los inivitados Ferdinando Maurici y Fernando Branco nos han hablado de las ciudades islámicas en Sicilia y Portugal respectivamente, mientras que Pedro Navascués y José Ramón Alonso nos han recordado la relevancia de Fernando Chueca como arquitecto, como docente y, sobre todo, como persona.

En las conferencias de inauguración y clausura, el catedrático José Ramón Soraluce y yo hemos explicado la problemática de la ciudad histórica en dos casos gallegos: Allariz y Betanzos, para completar este último con una visita en la jornada final y poder observar in situ las diferentes actuaciones.

En mi intervención he señalado que, a diferencia de otros ponentes, no he conocido personalmente a Fernando Chueca, sin embargo, me considero un discípulo suyo a través de dos vías: primero, por la influencia de sus trabajos —de los que siempre destaqué su carácter profundamente didáctico— y segundo, mediante mis profesores, que han sido a su vez discípulos directos de Chueca y así lo han querido reconocer abiertamente a lo largo de sus clases.

Durante la ponencia, presenté la ciudad histórica como un patrimonio vivo; un patrimonio al que le afectan los problemas de los ciudadanos que demandan la ciudad sobre la historia, y que, al mismo tiempo, posee sus propios conflictos, inherentes a su condición de historia y con los que los ciudadanos deben convivir diariamente.

Considerando el patrimonio como algo vivo, conviene recordar los tres tiempos en los que Séneca dividía a la vida y trasladarlos al concepto del patrimonio: Pasado, presente y futuro. «De éstos, —decía Séneca— el presente es brevísimo; el futuro, dudoso; el pasado, cierto». El patrimonio posee también esos tres momentos, cada uno con su problemática diferenciada pero complementaria: El pasado supone el problema de la conservación, de saber recibir adecuadamente aquello que nos legan las generaciones precedentes. El presente supone el problema del mantenimiento, del uso, de la acción inmediata. El futuro supone el problema de decidir nuestro propio legado, y también aquello que, como arquitectos, nos toca más próximos: el problema del proyecto, de prefigurar su existencia venidera.

Terminé mi intervención con la invitación a la visita del día siguiente, una invitación tomada de Las Ciudades Invisibles y, con permiso de Calvino, modificando el nombre de la protagonista. Esa invitación finalizaba con el siguiente texto: «Para no decepcionar a los habitantes hace falta que el viajero elogie la ciudad de las postales y la prefiera a la presente, aunque cuidándose de contener dentro de límites precisos su pesadumbre ante los cambios: reconociendo que la magnificencia y prosperidad de Brigantia convertida en metrópoli, comparada con la vieja Brigantia provinciana, no compensan cierta gracia perdida, que sin embargo se puede disfrutar ahora sólo en las viejas postales, mientras que antes, con la Brigantia provinciana delante de los ojos, de gracioso no se veía realmente nada, y mucho menos se vería hoy si Brigantia hubiese permanecido igual, y que de todos modos la metrópoli tiene este atractivo más: que a través de lo que ha llegado a ser se puede evocar con nostalgia lo que fue».

Modelos de Ulm


Imagen: Taburete Ulmer Hocker (1954) y Jarra RZ-2 (1967)



Hoy he visitado la exposición Modelos de Ulm 1953-1968. El diseño de la nueva Alemania en la sala de exposiciones del conjunto histórico de Sargadelos (Cervo, Lugo). La muestra se planteó como conmemoración de los cincuenta años de la fundación de la Escuela de Diseño de Ulm (Hochschule für Gestaltung / Hfg Ulm), una institución dedicada a la enseñanza, la investigación y el desarrollo en todas las escalas del diseño: desde el diseño de la información a la arquitectura. Esta escuela tendría ilsutres profesores como Otl Aicher, Tomás Maldonado o Max Bill, y heredaría de una manera tan directa como crítica muchos de los principios académicos de la Bauhaus.

Resulta simbólico disfrutar de esta exposición en un marco tan significativo como es la antigua fábrica de Sargadelos, en el lugar dónde durante el siglo XIX se produjo uno de los momentos más importantes en la historia del diseño industrial en Galicia: El espíritu ilustrado de Antonio Raimundo Ibáñez logró, con su empresa de loza, satisfacer una necesidad de mercado vinculándola a los recursos propios de la zona. Contará con la primera siderurgia integral de la península y se convertirá en la primera manufactura cerámica que introdujo en España sistemas mecánicos de producción. 

En el año 1968, y como parte de un amplio proyecto iniciado en el exilio de la mano de Isaac Díaz Pardo y Luis Seoane López, se restaura la actividad industrial en Sargadelos. Ese proyecto incorporaría investigación, creación, debate, divulgación... desde el diseño editorial hasta la arquitectura de los nuevos centros de producción. Al igual que los modelos de Ulm en Alemania, el modelo de Sargadelos serviría para conducir a Galicia hacia la modernidad de la manera que defendía su primer impulsor Raimundo Ibáñez: «La población es la que constituye la riqueza y la fuerza de los Estados. No puede sostener el progresar sino por medio de la industria, fábricas, comercio y navegación, cuyos ramos son el poderoso agente de la industria, que es la primera, la más esencial e indispensable de las artes».

 

Feria del Libro


La Feria del Libro de Coruña tuvo este año dos momentos especiales para mí: el pasado miércoles tuve la oportunidad de presentar allí el libro Las Universidades Laborales gallegas y ayer pude asistir al encuentro literario sobre Cronotemia y charlar con José Carlos Somoza, uno de mis escritores de ficción favoritos.

Cuando el libro sobre las Laborales gallegas vió la luz hace unas semanas, comuniqué a los editores el deseo de que fuera presentado en la Feria del Libro de mi ciudad natal. Poco tiempo después veía cumplido ese deseo, acompañado de José Ramón Alonso Pereira –catedrático de la Universidad de A Coruña y autor del prólogo– y de José Manuel López Mihura, Presidente de la Delegación de Coruña del Colegio Oficial de Arquitectos de Galicia.

En la presentación recordé el nacimiento de este proyecto que me ha acompañando durante los últimos cuatro años, y transmití mi agradecimiento a todas aquellas personas que, de una manera u otra, ayudaron a que saliera adelante. Terminé explicado la razón de la dedicatoria del libro «a mis maestros» y la importancia que los diferentes maestros habían tenido a lo largo de mi vida.

Para acabar la semana, José Carlos Somoza acudía a Coruña acompañado de Patricia Esteban Erlés, Félix J. Palma y el editor Fernando Marías para presentar Cronotemia, un conjunto de relatos sobre viajeros y viajes en el tiempo. Además de disfrutar de sus narraciones en vivo, pudimos compartir unas palabras al finalizar el encuentro. Quedará, como escribió Félix en la primera página de su historia, el «recuerdo de una agradable tarde al calor de la literatura».



Las Universidades Laborales gallegas


Universidad Laboral de Coruña. Fotografía: Raquel Castro


Después de cuatro años de trabajo, esta semana verá la luz la publicación «Las Universidades Laborales gallegas. Arquitectura y modernidad», editada por el Colegio Oficial de Arquitectos de Galicia. En él, se analizan las Universidades Laborales construidas en Galicia (1960-1975) entendidas como tres momentos diferentes de la recuperación de la modernidad en arquitectura después de la Guerra Civil y la inmediata autarquía. La metáfora naval, la monumentalidad de lo vernáculo o la fragmentación urbana son temas revisados a través de proyectos que comparten el ideal de asentarse sobre lo moderno.

Recojo aquí dos fragmentos del prólogo y la presentación:

«En Galicia, el mundo de las Universidades Laborales encuentra tres ejemplos construidos, cuya diferencia temporal –escasa si nos referimos a los largos periodos de la historia, pero muy significativa si atendemos a los ciclos cortos vitales–, mostrará el paso de la recuperación de la modernidad a su crisis, coincidente asimismo con las crisis del modelo docente que las Universidades Laborales suponían y de la ideología y el régimen político que las sustentaba.»
JOSÉ RAMÓN ALONSO PEREIRA

«Así, la importante extensión que implican estos macrocentros y lo que supone, en las precisas circunstancias del momento en que se edificaron. Se revela la confianza depositada en ellos por sus impulsores ideológicos y la estrecha relación que se quiso establecer entre las tradiciones productivas del lugar y la vocación pedagógica de cada programa, en contraste, por ejemplo, con la voluntad de aislamiento hacia las poblaciones inmediatas, haciendo de estos centros verdaderos enclaves autónomos que obligarían a riquísimos programas, capaces de satisfacer las amplias necesidades que aquel aislamiento propiciaba».

 CELESTINO GARCÍA BRAÑA
 
El libro se presenta el próximo miércoles 3 de agosto, a las 20 horas, en la Feria del Libro de A Coruña. La distribución del mismo correrá a cargo de la librería Formatos

Acompañando a esta publicación se lanza también el sitio web Arquitectura de las Universidades Laborales españolas (1945-1975) realizado en colaboración con Nuria Balboa Rodríguez.



Tres historias útiles


Pavimento de la plaza de San Pedro en Roma. Imagen de Flickr.


Entre las lecturas de verano se han situado tres historias útiles. Tres ejemplos perfectos de que la Historia, con mayúsculas, puede y debe servir para entender el presente y proyectar el futuro. Siempre me han gustado dos metáforas que provienen, además, del mismo profesor: Una es la Historia como espejo retrovisor que sirve para, mirando al pasado, viajar hacia delante con mayor seguridad. La otra es asimilarla a una pértiga, en la que apoyarse para llegar más alto, de un modo más preciso.
 
Sus títulos, El Sur. Historia de un punto cardinal, Las buenas ideas. Una historia natural de la innovación y Negro. Historia de un color enuncian otra coincidencia: tratan de conceptos prácticamente inmateriales. En El Sur, Dieter Richter nos habla del Sur como ideal y como realidad, desde el conocimiento progresivo de las tierras australes hasta el deseo contemporáneo de las playas y el sol tropical, apoyándose en las expresiones científicas y artísticas que ha tenido ese punto cardinal.
 
Las buenas ideas nos explica, con el lenguaje didáctico que caracteriza a Steven Johnson, cómo gran parte de los grandes descubrimientos de la historia de la humanidad no han sido producto de un destello milagroso, sino que sus raíces residen en el trabajo colaborativo alejado de los intereses mercantiles. Estas ideas generadas en grupo, mediante corazonadas lentas, o tras largos procesos de ensayo y error nos llevarían, entre otros muchos ejemplos, al descubrimiento de la contabilidad de doble entrada, la imprenta, los ordenadores o internet.

Finalmente, Negro recorre la historia de un color singular, símbolo, al mismo tiempo, del luto y de la elegancia. Durante largo tiempo fue excluido de la consideración como color, tanto pictórica como científica, con el nacimiento de la imprenta y las vanguardias del siglo XX vería sus épocas de esplendor y, en la actualidad adquirirá un carácter neutro, perdiendo su significado autoritario en numerosos ámbitos.


El profesor Michel Pastoreau publicó otras obras interesantes sobre el significado cromático, entre las que conviene destacar Azul, la narración de cómo ese color llegaría a ser el color europeo por excelencia. Las prácticas sociales históricas en algo tan básico como el color nos ayudan a entender su papel en el mundo contemporáneo en relación a nosotros mismos, como nos ayudarían una pértiga o un espejo retrovisor.   




La tercera visión

Imagen izda.: Edward Weston, 1941, Storm, Arizona. (Center for Creative Photography, Tucson, AZ). 
Dcha.: Mark Klett and Byron Wolfe, 2007. Seventy-one years after Edward Weston’s “Storm, Arizona”.

Formado como geólogo, Mark Klett (Albany, 1952) es profesor de Arte en la Universidad Estatal de Arizona. Interesado por la relación entre la cultura, el tiempo y el paisaje, comenzó a mediados de los setenta una serie de fotografías de los lugares del oeste norteamericano que habían sido recogidos por la cámara de los pioneros Timothy O'Sullivan, Wiliam Henry Jackson o William Bell, en el transcurso de las expediciones comisionadas por el Gobierno Federal durante la segunda mitad del siglo XIX.

«El paisaje ha dejado de ser un paraiso y se ha convertido en un espejo que muestra una imagen de nuestra cultura. —explica Klett— Actualmente vemos las fotografías de paisaje de una manera similar a como se perciben las sombras en el mito de la caverna platónica. Como construcciones que nos muestran lo que sabemos sobre los paisajes y territorios y la manera en la que hemos obtenido ese conocimiento. Es decir, como el resultado de una experiencia individual contextualizada en un tiempo definido de manera precisa y, en el mejor de los casos, como lenguaje que comenta, opina y hace visible la propia experiencia» (Revista Formas nº 16, 2007). 

Fruto de The Rephotographic Survey Project, en 1984 publicó los resultados ofreciendo una segunda visión sobre el paisaje americano, junto a la metodología necesaria para llevar a cabo las refotografías. Como precisan en el blog Arqueología del punt de vista «Su trabajo, entonces paradójicamente novedoso, venía equipado de serie con un discurso sobre la construcción del imaginario colectivo. Este discurso contiene una lectura política. Parte de unas imágenes tomadas por unos expedicionarios en unos Territorios casi salvajes. Cuando los reencuentra Klett y su equipo, esos paisajes son ya parte de unos Estados consolidados que forman un importante país. Su trabajo nos está hablando así de la particular percepción de un paisaje como Nación».
 
Entre los años 1998 y 2000, Klett retomaría el proyecto, publicando en 2004 el libro Third Views, Second Sights. El libro se acompañó de una completa página web en la que se explica todo el proceso y se pueden observar algunas de las  imágenes realizadas en el siglo XIX, las de los años setenta y las de  finales del siglo XX. Tres visiones de un siglo de cambios.





El catedrático




Cuando le conocí, yo era estudiante. Habíamos acudido a la Facultad de Farmacia de Santiago para reunirnos con él y preguntarle sobre las características de los suelos del área dónde nos habían planteado un ejercicio de urbanismo. Recuerdo que nos recibió en el laboratorio, trabajando junto a sus alumnos. Nos dedicó su tiempo, resolvió nuestras dudas, nos aportó abundante documentación y referencias y se ofreció para atendernos en cualquier consulta futura.

Años después he vuelto a recurrir a él, ahora a través de sus escritos sobre el paisaje gallego, para preparar una asignatura que he impartido. Sus trabajos son herederos de los estudios paisajísticos que comenzaron en los años cincuenta en torno al Seminario de Estudos Galegos, con la figura de Ramón Otero Pedrayo como referente, y que tendrían amplia continuidad y desarrollo en otros humanistas como Francisco Río Barja.

Mediante obras como «A cuestión ambiental en Galicia» o sus aportaciones en «Olladas críticas sobre a paisaxe» se comprende su visión erudita, ilustrada y profundamente documentada, que es capaz de transmitir a través de escritos amenos y didácticos. Al releerlos me encontré de nuevo con su capacidad y calidad docente, tan próxima por medio de su obra como en el trato personal en sus clases.


Boletín Académico

Imagen: Daniele Sartori (Flickr)

Desde principios de marzo está disponible el número 1 de Boletín Académico. Revista de investigación y arquitectura contemporánea, editada por la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la Universidad de A Coruña. He tenido la oportunidad de participar en el proyecto de la revista desde su origen, formando parte del Comité Editorial junto a Mercé Gambús Saiz y Esteban Fernández Cobián.


Se trata de una publicación digital cuya temática abarca todas las áreas de conocimiento que están presentes en las escuelas de arquitectura españolas, si bien los artículos referencian sus aportaciones teóricas a ejemplos de arquitectura contemporánea. La periodicidad es anual, y los artículos se reciben durante el mes de octubre. La evaluación de los artículos sigue el criterio habitual de los dobles ciegos, y la participación y la descarga son absolutamente libres. Se puede consultar en su sitio web.



Kahn / Komendant




En el último capítulo del libro 18 años con el arquitecto Louis I. Kahn, el ingeniero August Komendant recuerda los años en los que que ambos coincidieron como profesores en la Universidad de Pennsylvania. Allí, Kahn planteaba los proyectos de curso del siguiente modo: «No había programa, tan sólo se daban algunos datos referidos a las necesidades y un plazo de entrega. Los estudiantes tenían mano libre para elaborar sus propios programas y establecerse un calendario».

Kahn consideraba la universidad la institución más importante de la ciudad: «Su crecimiento y calidad, es la medida de la ciudad, y se hará sentir en el funcionamiento, las actitudes y la moral. Hoy en día, los intereses y los deseos de los profesionales se han extendido y diversificado en gran medida, pero no hay ningún lugar en donde los profesionales de los distintos campos se puedan reunir y hacer públicas sus opiniones».

Komendant insiste en la relevancia que debería tener la universidad dentro de la sociedad y defiende dos aspectos fundamentales en cualquier actividad profesional, y especialmente en la enseñanza: el conocimiento y la inspiración. «El conocimiento es la suma de verdades o hechos acumulados y sistematizados en el curso del tiempo; la inspiración engendra el pensamiento, el sentimiento y el espíritu, y guía o controla la acción. [...] En una universidad, una institución para el aprendizaje superior, el conocimiento tiene un significado más amplio; incluye, además del conocimiento fáctico, la comprensión de lo que significan las verdades y los hechos. Se debe enseñar y preparar al estudiante para que piense por sí mismo».

Al ingeniero le llamaba la atención la dedicación que Kahn otorgaba a la universidad, a pesar de lo apurada que era su situación económica y de la presión de los plazos que tenía en su estudio profesional. Kahn siempre estaba alegre y animado en sus clases. Y cuando Komendant le preguntaba cómo era capaz de conseguirlo, le respondía: «Cuando estoy con mis alumnos y les enseño arquitectura, soy feliz y me olvido de todo lo demás».



Modernidad

Fotografía: Martín Rey (Flickr)



No le gustaba utilizar las palabras casa o vivienda. Prefería usar refugio. Un refugio que condensara al mismo tiempo su mundo técnico y formal y su mundo familiar y humano. El arquitecto Ramón Vázquez Molezún escogió personalmente el lugar para emplazarlo, sobre la zona de desechos de una antigua fábrica de salazón, en el extremo de la playa de Beluso (Bueu, Pontevedra). Era el verano de 1967.

La construcción se hizo con los caminos y muros existentes, con la luz y los vientos. Con la ría siempre presente. La modernidad como mínima intervención, como el uso práctico y preciso de los materiales. Luis Miquel lo expresó de un modo adecuado: «...esta casa no tiene ninguna gana de salir en las revistas sino más bien de salir al mar...» La arquitectura se hizo inseparable del paisaje.

Hoy el refugio sigue vivo. Se ha adaptado a los cambios, al paso de los tiempos y de las mareas, de las generaciones. Ricardo Aroca escribió que Ramón había cambiado tantas piezas de su barca que ya no quedaba ya ningún trozo de madera original, pero no obstante seguía siendo la misma barca. Sucede lo mismo con la casa varada sobre la playa. Allí trasladó todos sus conocimientos sobre la arquitectura naval y sus invenciones personales.

Ramón y su familia regresaban a Beluso cada verano, a veces en navidades, hasta su fallecimiento en el año 1993. Allí pintaba, navegaba y seguía perfeccionando su construcción. Su mujer, Janine, me comentó que sentía mucho que Ramón no hubiese disfrutado más tiempo del refugio que había proyectado. Y que cuando alguien se interesaba por la autoría de su obra, le respondía: «–¿El arquitecto? –No, yo sólo soy el carpintero».