El cuaderno rojo


Cuando un año termina, lo habitual es recordar aquellas cosas que se alejan de lo ordinario, aunque son precisamente esos pequeños momentos del día a día, los más personales, los más cercanos, los que marcarán las diferencias relevantes frente a otros años. Si Perec, en su bello libro Lo infraordinario, reclamaba la atención sobre estos últimos, otro gran autor, Auster, enlaza unos y otros de manera magistral en su  cuaderno rojo, demostrando cómo los instantes cotidianos se pueden transformar en acontecimientos maravillosos e inesperados.

A través de breves relatos, supuestamente reales y tomados a partir de varios encuentros a lo largo de su vida, Auster revela la importancia que el azar, la casualidad o la coincidencia tienen al lado de la experiencia diaria, y ambos mundos quedan recogidos en las hojas del cuaderno, conformando, al igual que lo hará la libreta roja de Quinn en La ciudad de cristal, una historia real y extraordinaria al mismo tiempo.

Entre las páginas de El cuaderno rojo, —uno de los libros que guardo con más aprecio—, encontramos un personaje que busca una obra durante años —quizá su propio cuaderno, inencontrable en librerías y bibliotecas, hasta que una tarde, paseando, observa a una joven que lo está leyendo:

«—Lo crea o no —le dijo a la joven—, he buscado ese libro por todas partes.
—Es estupendo —respondió la joven—. Acabo de terminar de leerlo.
—¿Sabe dónde podría encontrar otro ejemplar? —preguntó R.—. No puedo decirle cuánto significaría para mí.
—Éste es suyo —respondió la mujer.
—Pero es suyo —dijo R.
—Era mío —dijo la mujer—, pero ya lo he acabado. He venido hoy aquí para dárselo.»

Otro año más, muchas gracias por vuestra compañía y que el 2016 sea extraordinario.

El gran mural de Labra

 Daniel y Gabriel, hijos de Labra, junto al gran mural (Fotografía cedida por Daniel de Labra)

El número 22 de la revista Cátedra, recientemente publicado, incluye el artículo «El gran mural de José María de Labra en la central del Eume», realizado en colaboración con Silvia Blanco, un trabajo de investigación sobre uno de los ejemplos más singulares de integración de las artes en la arquitectura española del siglo veinte.

Quien recorra el entorno de las Fragas del Eume, en A Coruña, no dejará de maravillarse por la riqueza paisajística y el abundante patrimonio existente, tanto natural como construido por el hombre, pues estos bosques se han convertido en un mundo en sí mismo, lleno de caminos y lugares por descubrir en su interior.

Y, posiblemente, nunca imaginaríamos que estas fragas albergan también una de las obras más singulares del arte moderno, preservada en el interior de un edificio industrial destinado a convertir el caudal del río en energía eléctrica. Se trata del gran mural que José María de Labra realizó para ese emplazamiento específico en el año 1960, coincidiendo con la inauguración de la central.

Una obra que tiene un significado especial, tanto para la trayectoria de su autor como para la historia del arte español y que, hasta el momento, no había sido estudiada en profundidad. Una obra que se convertirá además en paradigma de la integración de las artes, en un claro dentro del bosque que ilumina el panorama creativo de su tiempo, aun permaneciendo apartado y distante.

La lección del embalse

La presa Barberine, una de las protagonistas de «la lección del embalse» (Notre Histoire)
 
Estos días se está celebrando en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Valencia el Congreso Internacional Le Corbusier, 50 años después (1965-2015), posiblemente la reunión científica más relevante de todas las organizadas durante el año que conmemora el cincuentenario de la muerte del arquitecto.

«La lección del embalse. Le Corbusier y los aprovechamientos hidroeléctricos», fue una investigación que surgió de manera tangencial, casi por casualidad, pero que se fue ampliando y convirtiendo en un trabajo apasionante, gracias al contacto con otros investigadores como Debora Antonini, —que ya había estudiado previamente esa relación— y las interesantes aportaciones de la Fundación Le Corbusier.

Con la presa como elemento principal, las obras de los aprovechamientos hidroeléctricos, fueron un referente constante a lo largo de la trayectoria arquitectónica —y también vital— de Le Corbusier, tranformándose en un lugar donde aprender y dando forma a una lección de arquitectura que se va concretando de diferentes maneras en cada momento.

Presente desde su etapa de formación, cuando encuentra en la construcción de embalses la optimización de la técnica y el ideal de un
«espíritu nuevo» en arquitectura, se va apareciendo una y otra vez durante su vida: textos, imágenes, viajes, conferencias... en ocasiones como encargo, otras veces por interés personal, el embalse se busca y se estudia, hasta coincidir plenamente en el norte de la India, con la participación en el proyecto de la presa de Bhakra sobre el río Sutlej, auténtica obra total que persigue integrar arte, ingeniería y arquitectura a todas las escalas y se convierte en el mejor testamento posible de esa lección permanente.

Si rastreamos la presencia de los embalses en la biografía de Le Corbusier, no nos encontraremos con grandes hallazgos construidos —es más una lección de ausencias y deseos que de realidades—. Sin embargo, es en esas aproximaciones, en esas visiones tangentes o en las huellas dejadas en otros proyectos, donde alcanza su valor como enseñanza. Nos proponemos revisar esos pasos sucesivos, ese itinerario de varios momentos que nos puede servir tanto para conocer mejor la obra del arquitecto como para remarcar la importancia que las estructuras de este tipo han tenido para la modernidad.

Guimarães

Sociedade Martins Sarmento (Fundação Instituto Arquitecto José Marques da Silva)


La primera vez que visité Guimarães, hace ya unos cuantos años, el encuentro con su arquitectura se produjo a través del antiguo Mercado Municipal (1926-1950) del arquitecto José Marques da Silva, una bella y minuciosa obra que, como me explicó después Eduardo Fernandes, proyecta al retornar de la Exposición Internacional de Artes Decorativas en París y supone la entrada del Artco europeo en su trayectoria pero también, y sobre todo, supone un moderno y conciso trabajo en el concepto de límite en arquitectura.

La celebración de parte del encuentro en la sala noble de la Sociedade Martins Sarmento (1900-1908) —otro edificio de Marques da Silva, situado junto al Mercado pero varias décadas anterior—, me permitió volver a recorrer ambas obras, y redescubrir el cuidado trabajo del arquitecto y su amor por la ciudad. De formas y lenguajes tan distintos, los dos proyectos se entienden como parte fundamental de la urbe, como arquitecturas singulares que construyen lo colectivo.

No quiero olvidarme de lo grato que fue compartir experiencias con otros compañeros, conocer tantos trabajos inéditos e interesantes y debatir las posibilidades de las segundas vidas del patrimonio industrial, incluso como ruinas. Guimarães, también con una importante historia y herencia industrial, sigue siendo un lugar al que regresar, una y otra vez, para continuar aprendiendo, de sus gentes y de sus obras.

Le Corbusier 2015-1965

Convento de La Tourette. Fotografía de Joshua Simoneau

Hace cincuenta años, en la mañana del viernes 27 de agosto de 1965, Le Corbusier moría mientras se bañaba en las aguas del Mediterráneo. El cincuentenario de la muerte del que, sin duda, es el maestro más importante de la arquitectura del siglo XX, hace de 2015 un verdadero año corbusierano, y da lugar a toda serie de estudios, investigaciones y simposios en diferentes ámbitos.

Como parte de esta conmemoración colectiva, el Grupo de Investigación en Historia de la Arquitectura IALA, de la Universidade da Coruña, organizó las jornadas Le Corbusier 2015-1965. Modernidad y Contemporaneidad, dónde se expusieron y debatieron las presencias y ausencias del legado corbusierano. El libro que ahora publica Diseño Editorial con el mismo título recoge los resultados de esa experiencia, con textos de Antonio Amado, Marta Sequeira, Esteban Fernández-Cobián, Fernando Fraga, Jorge Torres, Xavier Monteys y José Ramón Alonso. Además del trabajo de edición, he realizado junto a Miguel Abelleira el capítulo «Le Corbusier y Bolonia: Una experiencia pedagógica para el siglo XXI».

Bolonia estuvo presente en la vida de Le Corbusier, durante y después de su muerte. Para esa ciudad proyectó una iglesia en el año 1962 que no se llegó a materializar, y allí se reconstruiría, ya en la década de los setenta, el pabellón de l'Esprit Nouveau que había diseñado para la Exposición Internacional de Artes Decorativas celebrada en París en 1925. Sin embargo, si pensamos en Bolonia como el nombre genérico que se le dio al proceso de creación del Espacio Europeo de Educación Superior, iniciado con la firma de la Magna Charta Universitatum en septiembre de 1988 en la ciudad italiana, la relación con el arquitecto y maestro se vuelve más compleja y fecunda.

Así, la experiencia corbuseriana aparece revivida en los nuevos planes docentes de la Escuela de Arquitectura de la Universidade da Coruña, tanto en los cursos de Introducción a la Arquitectura, nada más comenzar los estudios como, ya más avanzados, en el curso de Historia de la Arquitectura 2 del octavo cuatrimestre, conformando una amplia experiencia docente e investigadora compartida.

Poblados industriales

Poblado de la mina de Fontao (Asociación Buxa)


La editorial CICEES acaba de publicar Vivienda obrera en la ciudad industrial del siglo XX, el libro que recoge los resultados del I Seminario sobre Vivienda Obrera organizado por TICCIH España en el año 2014. En él se incluye «Los poblados industriales gallegos en la recuperación de la modernidad», una contribución sobre los conjuntos de viviendas para trabajadores construidos en Galicia a partir de la década de los cincuenta cuando, liquidando la autarquía, inaugura el Estado una dilatada política de desarrollo que culmina en la década posterior. Dentro de la arquitectura vinculada a la industria, los poblados para trabajadores —tanto de obras como de explotación y funcionamiento de la empresa— constituyen una problemática específica que se convierte en un laboratorio de investigación sobre la vivienda en todas sus escalas, desde el diseño al urbanismo.

En Galicia apenas existen casos de poblados para trabajadores anteriores a la segunda mitad del siglo veinte, sin embargo, los ejemplos se multiplican a partir de 1950, promovidos por empresas como FENOSA, Saltos del Sil, ASTANO, Carburos Metálicos, Aluminios de Galicia o Sociedad de Estaños de Silleda - Fomento Hispania. El interés por el conocimiento y puesta en valor de estos poblados, como parte fundamental de la recuperación de la modernidad, nos ha llevado a plantear una investigación que pueda servir para estudios posteriores.

Este trabajo sirve de continuación y ampliación al desarrollado previamente en la Tesis Doctoral «La recuperación de la modernidad en la arquitectura gallega», donde se señaló la importancia de los poblados industriales como lugares dónde se percibe la evolución en el espacio doméstico al tiempo que se reintroducen y revisan los principios modernos.

El objetivo principal es localizar estos poblados e identificar sus características generales: empresa promotora, autores, fecha de proyecto y de construcción, número de viviendas y tipologías empleadas, situación administrativa y estado actual de las construcciones, analizando los referentes e influencias que aparecen en cada caso, así como las conexiones que se produzcan entre ellos, atendiendo a su emplazamiento rural o urbano y a sus destinatarios: oficios específicos o trabajadores de una misma empresa.

La arquitectura de los equipamientos del poblado también resulta de gran interés, por tratarse de la que sirve de elemento de relación y, al tiempo, sirve para dotar al conjunto de una imagen y una identidad colectiva: iglesias, escuelas, casinos, centros asistenciales… Actualmente podemos encontrar casos donde estos equipamientos han sido rehabilitados, como el poblado de la mina de Fontao o el del Salto de Os Peares.En definitiva, los poblados para trabajadores construidos durante la recuperación de la modernidad ponen de manifiesto un momento especialmente significativo en la arquitectura industrial gallega, y son obras en gran medida desconocidas de nuestro patrimonio.

XVII Jornadas INCUNA


Las recientes XVII Jornadas Internacionales de Patrimonio Industrial organizadas por INCUNA en Gijón se organizaron con el interesante eje temático de El legado de la industria: Archivos, Bibliotecas, Fototecas de empresa y experiencias de reutilización del patrimonio en centros documentales. Nuestra participación se centró en el trabajo sobre fotografía industrial llevado a cabo dentro del proyecto de investigación Fotografía y Arquitectura Moderna en España 1925-1965.

La utilización de fuentes empresariales resulta de gran importancia en la investigación sobre la historia de la arquitectura moderna. El conjunto de imágenes producidas por una empresa en el desarrollo de la actividad que le es propia y que son conservados como testimonio e información puede ofrecernos el conocimiento de cómo ha sido la arquitectura demandada por cada compañía en su estado original y cómo se ha ido transformando a lo largo de su vida útil. 

En España, el proceso de modernización del tejido empresarial e industrial que tiene lugar superada la Guerra Civil y la inmediata autarquía encuentra en la fotografía corporativa el vehículo idóneo para mostrar a la sociedad sus logros y avances, al tiempo que se convierte en el escaparate de las nuevas arquitecturas que se introducen con la recuperación de la modernidad. La mayor parte de estas fotografías se conservan en los archivos empresariales y su análisis y puesta en valor permite llegar a un conocimiento más amplio de algunas obras que caracterizaron un momento especialmente significativo de la historia reciente de la arquitectura española. 

En ocasiones, el esfuerzo realizado por las empresas para registrar o publicitar sus arquitecturas nos ofrece una imagen inmediata del proceso de construcción, documentado muchas veces en todas sus fases, desde el comienzo de la obra hasta su puesta en funcionamiento. Por eso, resulta de gran interés revelar estos registros, al tiempo que se descubren sus artífices y el proceso de realización de las instantáneas, para poder comprender mejor la relación entre fotografía y arquitectura, analizar su valor como fuente documental para la historia y reconocer el valor propio de las imágenes como obras artísticas.

Revisando



Desde Veredes me plantearon reescribir un conjunto de textos que había realizado hace algún tiempo para este blog. Se trataba de una propuesta sugerente, pues aun revisando varias veces mis escritos, nunca lo había hecho una vez terminados. Los nueve textos escogidos fueron apareciendo mes a mes a lo largo de este curso, finalizando esta semana con la publicación del titulado «Revisiones»:

Algunos autores afirman que escribir es reescribir y es, en esa revisión continua de lo escrito, donde posiblemente encontremos una analogía más próxima al proyecto de arquitectura, en permanente construcción inmaterial hasta que se hace realidad o se abandona. Cuando el embajador de México en Argentina Alfonso Reyes le preguntó a Borges «¿Por qué publicamos?», él respondió: «Reyes, para dejar de corregir». La entrega del proyecto para su materialización significa, a pesar de su dificultad y de la aparición de nuevas preguntas, el final de una gran etapa de correcciones permanentes.

Estos son los textos revisados:

Modernidad (2011) - Mareira (2014)
Kahn/Komendant (2011) - Profesores (2015)
La tercera visión (2011) - Visiones (2015)
Modelos de Ulm (2011) - Modelos (2015)
Tiempos próximos (2011) - Revisiones (2015)

Una casa europea

Detalle de la fachada de la casa Arambillet

En el número 8 de la revista Joyas de Galicia se incluye el artículo «Arambillet: una casa europea», sobre el edificio modernista en la plaza de Lugo número 13 de A Coruña. A comienzos del siglo veinte, mientras la ciudad se renueva en su forma urbana, también lo hace en la imagen de su edilicia, incorporándose a las corrientes europeas que conviven con el eclecticismo tardío y el Art Nouveau, en un ambiente de libertad creativa que no duda en generar una estética vanguardista rompiendo con lo establecido, tanto en las artes mayores como en las artes aplicadas o decorativas. Un movimiento que transforma las fachadas y se introduce en el interior de las casas, renovando los objetos empleados en la vida cotidiana: muebles, joyas, cerámica, lámparas... Reproduzco aquí la primera parte del texto:

Es frecuente que los mejores resultados en arquitectura se deban a la conjunción de un buen cliente con un buen arquitecto. La casa en la plaza de Lugo número trece tuvo la suerte de contar con los dos factores: la oportuna decisión de la familia Arambillet de contratar a los profesionales más destacados del momento y la complicidad de los arquitectos a la hora de abordar el encargo.Decimos profesionales —en plural— porque la familia encarga dos proyectos para la parcela: El primero, en el año 1904, a Julio Galán Carvajal y el segundo, en 1912, a Antonio López Hernández, que es el que finalmente se materializa. Estamos hablando de dos arquitectos paradigmáticos del modernismo en A Coruña, dónde son capaces de dotarlo de un valor propio y específico.
La casa Arambillet se sitúa un una manzana del primer ensanche de la ciudad, el situado sobre el antiguo Campo de Carballo. El programa es el habitual en un edificio residencial de la época: la planta baja se destina a negocio con almacén, colocando por encima una vivienda en cada planta. López Hernández apenas dedica unas líneas en el proyecto a hablar de la fachada hacia la calle, donde mejor se manifiesta la novedad y la radicalidad de su planteamiento.

Aprender


Este fin de semana hemos participado en el II Congreso Pioneros de la arquitectura moderna española: aprender de una obra, organizado por la Fundación Alejandro de la Sota con el objetivo de estudiar  obras  de  alto  interés  que  puedan  considerarse  pioneras  de  nuestra arquitectura y que fueran realizadas por la generación de arquitectos nacidos en torno a las décadas de 1910 y 1920.

Al conocer el planteamiento del congreso decicimos que nuestra propuesta analizaría una obra de Juan Pedro Capote Aquino (Málaga, 1928), aprovechando la ocasión que se brindaba para volver a alguna de sus joyas arquitectónicas que nunca tuvieron una gran difusión editorial, como las dos gasolineras proyectadas para Madrid en el año 1962.

Los programas de esas estaciones de servicio se convirtieron para el arquitecto en un lugar idóneo para experimentar aquella dualidad entre «solidez y fragilidad» de la que nos hablaba Alejandro de la Sota. No fueron ocasiones para excesos estelares, menos aún para la obtención de medallas, sino que se transformaron en ejercicios capaces de seducir la mirada del espectador sensible. Algo tan simple como cubiertas ligeras, bajo las que había surtidores, aportaron modelos claros de éxito y decisiones valiosas que iban mucho más allá del uso previsto. 

Las gasolineras levantadas en las calles de María de Molina y Doctor Esquerdo aportaron frescura arquitectónica y también representativa al panorama del momento, aunque ninguna de ellas haya logrado sobrevivir al paso del tiempo. En la actualidad, ambas han quedado enmascaradas bajo una banal envolvente empresarial, transmutándose en arquitecturas ausentes.

Realizar este trabajo nos ha servido para conocer mejor la obra de Capote y situarlo como uno de los protagonistas pioneros de la modernidad española, alejándolo de esas extrañas posiciones secundarias que fácilmente suelen conceder tanto la historiografía como el olvido. Redescubrir esta obra y a su autor nos permite redescubrir la vigencia de todos estos valores, patentes en esa imagen que hoy solo podemos conocer a través de fotografías y testimonios de la época. 

Ha sido un fin de semana magnífico en compañía de amigos, que se ha hecho todavía más especial por la presencia de Juan Pedro en el congreso. Hoy, leyendo la carta que nos ha escrito en agradecimiento, solo he podido continuar emocionándome, al darnos las gracias por el cariño con el que habíamos estudiado sus proyectos. Somos nosotros los que debemos agradecer que haya lugares, amigos y maestros que te ofrezcan la posibilidad de seguir aprendiendo.

Matrioska visual


Estos días hemos participado en la Photography & Modern Architecture International Conference celebrada en Oporto, con el trabajo «Visualizing Portugal: Pedro Cid´s Pavilion at 1958 Brussels World’s Fair through photography», un análisis de la importancia de la fotografía como herramienta para proyectar un país hacia el exterior, tomando como ejemplo las imágenes del pabellón portugués en la Expo 58 realizadas por los hermanos Nováis.

Al estudiar las fotografías del montaje interior, en concreto en aquellas referentes a la zona dedicada a los trabajadores del mar, nos encontramos con una estructura metálica que, como una red de pesca, recoge una serie de imágenes en blanco y negro despertando la atención del visitante. ¿A quién podrían pertenecer esas imágenes que interesaron también al fotógrafo del pabellón? Fotografías dentro de fotografías como una matrioska visual que contribuyen a reforzar y completar esa imagen de país proyectada hacia el exterior.

La investigación nos condujo hasta el fotógrafo Artur Pastor y, gracias a la colaboración de su hijo, pudimos confirmar la autoría de las imágenes. Artur Pastor (Alter do Chão, 1922 - Lisboa, 1999) contaba con 36 años cuando recibe el encargo de colaborar en el pabellón de Bruselas. Se había formado como Regente Agrícola en Évora y había comenzado a realizar fotografías de un modo autodidacta a partir de los veinte años, especialmente sobre temas agrícolas y pesqueros que le interesarán durante toda su vida. Desde los años cincuenta la Dirección General de Servicios Agrícolas le asigna la función de fotógrafo, desarrollando reportajes en diversas zonas del país.

Enseguida, su trabajo se ve reconocido más allá del valor documental por su talento y sensibilidad al retratar lo cotidiano: la tierra y sus habitantes, que se inmortalizan en acciones cotidianas, a los que el fotógrafo les otorga grandeza y dignidad. La calidad de las imágenes obtiene la admiración del gobierno, que le invita en el año 1953 a participar en la Exposición de Turismo Nacional celebrada en el Palacio Foz de Lisboa, donde aparecen sus arrebatadoras fotografías tomadas en diversos lugares del país.

La fotografía de Pastor, tanto en las imágenes sobre temas pesqueros mostradas en Bruselas como en otras temáticas posee un gran valor no sólo en el aspecto documental de Portugal y sus gentes, si no en su propia calidad artística, que nos aproxima de una manera personal, próxima y sincera a la vida cotidiana y a los paisajes culturales que le dan sentido. Entre ellos, dedica una especial atención al patrimonio construido, desarrollando un amplio levantamiento fotográfico para la mítica obra Arquitectura Popular em Portugal editada en 1961 por el Sindicato Nacional dos Arquitectos.

La presencia de Pastor en el pabellón de Bruselas introduce un interesante aporte a la manera de visualizar Portugal: un acercamiento noble y veraz a las personas, que contrasta con la visión prístina y preciosa de Nováis. Como en las fotografías, el país es la moderna y precisa arquitectura de Pedro Cid, pero también es el paisaje y el paisanaje retratado por Pastor, y ambas visiones confluyen y se integran en la muestra con armonía y naturalidad, como en la propia tierra.

Utopía industrial


A principios de los años sesenta, Jesús de la Sota Martínez (1924-1980) recibió por parte de su hermano Alejandro el encargo de amueblar el edificio del Gobierno Civil de Tarragona, una de las aportaciones más originales a la arquitectura española del siglo XX. El resultado fueron sillas y mesas vanguardistas, con un acabado industrial que no admitía rastros de manualidad. Consciente de la facilidad de la reproducción en serie de sus prototipos, Jesús de la Sota se lanzó a una aventura empresarial que no fue del todo comprendida en su momento, y que tenía como objetivo dar respuesta a la imposibilidad de encontrar piezas que se ajustaran a las demandas de la arquitectura moderna.

Este interés por los procesos industriales, y su posible aplicación al diseño de mobiliario e interiores, cristalizó en la creación de una sociedad con José Ramón Cores Uría que surtió de muebles, lámparas y otros objetos a aquellos sectores de la sociedad madrileña más permeables a unas propuestas que estaban conectadas con el espíritu de la Bauhaus. La imagen del local donde se pusieron a la venta dichas propuestas era una verdadera declaración de intenciones: amplios planos blancos que resaltaban aún más el rigor geométrico, la unidad y la búsqueda de lo esencial. En este sentido, la experiencia en el diseño de mobiliario de Jesús de la Sota constituye un caso singular y atípico dentro del panorama español: su respuesta a las dinámicas del mercado y de la producción en serie pone de manifiesto los problemas a los que se enfrentó la arquitectura moderna del momento, pero también la habilidad y el oficio con el que se supieron resolver. Sin embargo, y a pesar de todos los esfuerzos, la empresa –concebida como un proyecto integral de interiorismo– no tuvo el éxito esperado, en parte, por resultar demasiado adelantada para la España de la época, frustrando la posibilidad de una producción continua y generalizada de su trabajo en el campo del diseño industrial. En 1974 se dio por clausurada la experiencia y Jesús de la Sota se refugió en la pintura, trasladando sus esquemas anteriores a la fotografía, al dibujo y a los óleos, a los que se entregó con pasión hasta 1980, año en el que falleció en Berlín.

Pero lo más singular es que este innovador, heterodoxo y transgresor creador, que sorprendía con sus monumentos a la solidez y a la simplicidad, era un hombre angustiado por alcanzar la perfección, para lo que no dudó en idear alianzas interdisciplinares y en formar a un equipo de operarios que pudiese materializar sus proyectos, los cuales aunaban arquitectura, interiorismo, industria y fabricación en serie. Ahí radica su utopía, así como los fundamentos que explican el hecho de que sus piezas de mobiliario hayan podido resistir tan magníficamente el paso del tiempo.

[Resumen del trabajo realizado con Silvia Blanco y presentado en el II Seminario Internacional sobre Patrimonio de la Arquitectura y la Industria, celebrado recientemente en Madrid]

Rodolfo Ucha Donate (1922-2015)

Rodolfo Ucha Donate: Maqueta de la Casa Sindical de Betanzos (1961)

Ayer nos dejó Rodolfo Ucha Donate, uno de los arquitectos que contribuyeron a la recuperación de la modernidad en Galicia despues de la Guerra Civil, con un importante número de obras, entre las que destacan las Casas Sindicales proyectadas para Lugo y Betanzos.

Nacido en Ferrol en el año 1922, era hijo del arquitecto Rodolfo Ucha Piñeiro, uno de los principales exponentes del modernismo en Galicia. Al terminar la carrera en la Escuela de Madrid, en 1953, regresó a su ciudad natal, dónde trabaja dos años en el estudio de su padre y después monta su propio despacho. Ejerció como arquitecto municipal en Ferrol, Lugo y A Coruña y como arquitecto de la Delegación Provincial de Sindicatos de Lugo.

Entre los edificios públicos que proyectó se encuentran el grupo asistencial del poblado de Carburos Metálicos en Cee (1957), la guardería municipal de A Coruña (1958) o las mencionadas Casas Sindicales de Lugo (1959) y Betanzos (1961).  

Además de su trabajo como proyectista, se le debe también el reconocimiento como cronista de la arquitectura española del siglo veinte a través del texto «La Arquitectura española, y particularmente la madrileña, en lo que va de siglo», publicado en el Catálogo General de la Construcción (1955) y, posteriormente, como el libro Cincuenta años de arquitectura española I