El gran mural de Labra

 Daniel y Gabriel, hijos de Labra, junto al gran mural (Fotografía cedida por Daniel de Labra)

El número 22 de la revista Cátedra, recientemente publicado, incluye el artículo «El gran mural de José María de Labra en la central del Eume», realizado en colaboración con Silvia Blanco, un trabajo de investigación sobre uno de los ejemplos más singulares de integración de las artes en la arquitectura española del siglo veinte.

Quien recorra el entorno de las Fragas del Eume, en A Coruña, no dejará de maravillarse por la riqueza paisajística y el abundante patrimonio existente, tanto natural como construido por el hombre, pues estos bosques se han convertido en un mundo en sí mismo, lleno de caminos y lugares por descubrir en su interior.

Y, posiblemente, nunca imaginaríamos que estas fragas albergan también una de las obras más singulares del arte moderno, preservada en el interior de un edificio industrial destinado a convertir el caudal del río en energía eléctrica. Se trata del gran mural que José María de Labra realizó para ese emplazamiento específico en el año 1960, coincidiendo con la inauguración de la central.

Una obra que tiene un significado especial, tanto para la trayectoria de su autor como para la historia del arte español y que, hasta el momento, no había sido estudiada en profundidad. Una obra que se convertirá además en paradigma de la integración de las artes, en un claro dentro del bosque que ilumina el panorama creativo de su tiempo, aun permaneciendo apartado y distante.

La lección del embalse

La presa Barberine, una de las protagonistas de «la lección del embalse» (Notre Histoire)
 
Estos días se está celebrando en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Valencia el Congreso Internacional Le Corbusier, 50 años después (1965-2015), posiblemente la reunión científica más relevante de todas las organizadas durante el año que conmemora el cincuentenario de la muerte del arquitecto.

«La lección del embalse. Le Corbusier y los aprovechamientos hidroeléctricos», fue una investigación que surgió de manera tangencial, casi por casualidad, pero que se fue ampliando y convirtiendo en un trabajo apasionante, gracias al contacto con otros investigadores como Debora Antonini, —que ya había estudiado previamente esa relación— y las interesantes aportaciones de la Fundación Le Corbusier.

Con la presa como elemento principal, las obras de los aprovechamientos hidroeléctricos, fueron un referente constante a lo largo de la trayectoria arquitectónica —y también vital— de Le Corbusier, tranformándose en un lugar donde aprender y dando forma a una lección de arquitectura que se va concretando de diferentes maneras en cada momento.

Presente desde su etapa de formación, cuando encuentra en la construcción de embalses la optimización de la técnica y el ideal de un
«espíritu nuevo» en arquitectura, se va apareciendo una y otra vez durante su vida: textos, imágenes, viajes, conferencias... en ocasiones como encargo, otras veces por interés personal, el embalse se busca y se estudia, hasta coincidir plenamente en el norte de la India, con la participación en el proyecto de la presa de Bhakra sobre el río Sutlej, auténtica obra total que persigue integrar arte, ingeniería y arquitectura a todas las escalas y se convierte en el mejor testamento posible de esa lección permanente.

Si rastreamos la presencia de los embalses en la biografía de Le Corbusier, no nos encontraremos con grandes hallazgos construidos —es más una lección de ausencias y deseos que de realidades—. Sin embargo, es en esas aproximaciones, en esas visiones tangentes o en las huellas dejadas en otros proyectos, donde alcanza su valor como enseñanza. Nos proponemos revisar esos pasos sucesivos, ese itinerario de varios momentos que nos puede servir tanto para conocer mejor la obra del arquitecto como para remarcar la importancia que las estructuras de este tipo han tenido para la modernidad.

Guimarães

Sociedade Martins Sarmento (Fundação Instituto Arquitecto José Marques da Silva)


La primera vez que visité Guimarães, hace ya unos cuantos años, el encuentro con su arquitectura se produjo a través del antiguo Mercado Municipal (1926-1950) del arquitecto José Marques da Silva, una bella y minuciosa obra que, como me explicó después Eduardo Fernandes, proyecta al retornar de la Exposición Internacional de Artes Decorativas en París y supone la entrada del Artco europeo en su trayectoria pero también, y sobre todo, supone un moderno y conciso trabajo en el concepto de límite en arquitectura.

La celebración de parte del encuentro en la sala noble de la Sociedade Martins Sarmento (1900-1908) —otro edificio de Marques da Silva, situado junto al Mercado pero varias décadas anterior—, me permitió volver a recorrer ambas obras, y redescubrir el cuidado trabajo del arquitecto y su amor por la ciudad. De formas y lenguajes tan distintos, los dos proyectos se entienden como parte fundamental de la urbe, como arquitecturas singulares que construyen lo colectivo.

No quiero olvidarme de lo grato que fue compartir experiencias con otros compañeros, conocer tantos trabajos inéditos e interesantes y debatir las posibilidades de las segundas vidas del patrimonio industrial, incluso como ruinas. Guimarães, también con una importante historia y herencia industrial, sigue siendo un lugar al que regresar, una y otra vez, para continuar aprendiendo, de sus gentes y de sus obras.